miércoles, 15 de enero de 2014

Navegándonos la vida.

Llevaba días desaparecida, sin dar señales de vida al mundo y no me preocupaba porque estaba tranquila. ¿Qué más daba si volaba en helicóptero por encima de Nueva York o si me había perdido por el Niágara esta vez? Esa música me resultaba muy familiar y ese olor era inconfundible. Bajé corriendo a ver si allí estaba el mar y efectivamente, estaba espléndido y radiante y más azul que nunca. Me senté en la orilla mientras sujetaba la pamela para que no se me volase con el viento, en esos minutos no pensé en nada, solo me dedicaba a llenar mis ojos de mar y dejar la mente a ciegas, entonces sonreí. Al cabo de un rato vi a un hombre que se acercaba por la playa como viniendo hacia mi, cuando le tuve cerca supe que era marinero. Parecía que venía a hablar conmigo y giré la cara para disimular mientras pensaba que esa historia no iba conmigo. Y si, si que iba conmigo. En seguida se acercó a mi poniendo su mano en mi hombro, estaba tranquila, a pesar de que no le conocía lo sentía parte de mi. Dijo que no me lo pensara, que me diese la vuelta y que nos fuéramos juntos de la mano navegando en su barco que a partir de ahora también sería el mío. El primer pensamiento que se me vino a la cabeza fue el entender por qué aún la vida no me había dado los hijos que tanto deseaba y es que faltaba el marinero por llegar. Me le quedé mirando fijamente y en seguida volví a sonreír de manera arcaica. Era él. Entendí también que las cosas solo llegan cuando menos ansia tienes, cuando la mente y el cuerpo están tranquilos y cuando a pesar de desear algo no desesperas. Sentí que el mundo me había cambiado en ese instante y que ahora mismo solo deseaba volcar todo el amor que tenía dentro sobre mar, para que no saliera de allí y se quedara con nosotros navegándonos la vida. Me eché a sus brazos y dejé caer todo mi peso sobre él, me abrazó todo el cuerpo y cerré los ojos para pensar que soñaba despierta. Empezamos a andar de la mano dejando el atardecer a un lado y me prometí vivir en un atardecer eterno. De niña me enseñaron que hay héroes que van en vaqueros y que los que van con capa solo existen en los cuentos y en las películas. Y es que qué mujer no desea que algún día llegue su héroe con el que fugarse a dormir tranquila todas las noches.

Mario.