sábado, 24 de noviembre de 2012

Retales y claveles.

Me tiré toda la noche en compañía, rodeado de gente llena de sonrisas, pero en un momento todo se paró, a mitad de una conversación se me nublo la vista y dejé de escuchar a esos personajes que contaban sus historias entre todos los retales desprendidos que había aquella noche. Desde ese momento no recordé absolutamente ninguna palabra, solo mi nublada vista y todos los gestos de compasión. Amanecí volcado, volcado en aquella orilla en la que no se ni como llegué, quizás había sido arrastrado desde el otro lado del océano. Amanecí tumbado y esperando, esperando a alguien que ya había llegado, que ya estaba en mi cabeza, que ya conocía su olor pero no su rostro. Viene desde muy lejos, desde muy abajo y tal vez aún no exista o exista en muchos lugares a la vez. La espuma del mar abofeteó mi cara y me di cuenta de que tenía en las manos un clavel dentro de mi puño que agarraba con toda la fuerza del mar. No lo solté, e hincando mis codos en la arena salí de la orilla cada vez más afuera y con la ropa rota y desvanecida sobre mi cuerpo. El viento soplaba, yo lloraba y el mar también, estaba empapado y con la cara llena de arena, salió el primer rayo de sol y empezó el amanecer. Cuando llegué al final miré el clavel, lo agarré con más fuerza, se hizo fuego y desapareció. Y yo con él. Despiértame.

"Yo canto fuerte y lento,
canto sobre tus noches,
canto sobre el sabor de la sal en tu piel".


http://www.youtube.com/watch?v=FcVJJnIQNd0

Mario.



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