lunes, 3 de noviembre de 2014

Espátulas.



Ella no era una persona tal cual, era todo alma y corazón. Era ese cristal transparente por el que pasa la luz tan nítidamente que hace que se corte la respiración, nada de opacidades. Las cosas no eran como tenían que ser y el miedo siempre estaba allí, corriendo día tras día detrás de ella. En cada esquina echaba la vista atrás para ver si se habría despistado y lo habría perdido para siempre, pero no. ¿Cómo quitarse todo aquello que se nos pega en la espalda y no podemos dejar atrás? Al fin y al cabo ella había basado los últimos años de su vida en comprar espátulas con las que poder quitarse de su espalda todo lo que ella no había elegido y por su puesto, todo lo que nadie la había preguntado si lo quería ahí, detrás suyo. El tiempo pasada pero era lo único que avanzaba. De tanto peso que ya llevaba encima decidió una buena mañana que nunca más se iba a girar para ver si las espátulas habían surgido efecto pero eso no iba a cambiar absolutamente nada. Ella cada vez más delgada y su báscula cada vez marcaba más peso. ¿Qué hay que hacer cuando el dolor se nos adhiere a la piel? Nadie la enseñó. Poner tierra de por medio igual no era la mejor solución pero desde luego era la más drástica y realmente era lo que ella quería y con lo que soñaba cada noche, con miles de kilómetros que la separasen del dolor. Cogió un avión al sitio más lejano que encontró, mientras volaba, miraba las nubes flotando con sus miedos saltando encima de ellas, riéndose en la cara del mundo. Los valientes no son más que aquellos que llegan a cualquier sitio con una mano delante y otra detrás. Marchó y ella se fue lejos, nos perdimos en kilómetros pero de lo que jamás nos separarán es del corazón. Me quedé aquí, al otro lado del océano pensándola cada día que pase hasta Dios sabe cuando. Y yo sé que la veré pronto, porque pronto no es un complemento circunstancial de tiempo, pronto es con la victoria y el trofeo entre las manos, con el gusto que se queda en la boca del ganador, pronto es con el sudor en la frente ya seco y sin lágrimas en los ojos. Y por eso, yo quiero y sé que la volveré a ver pronto.

A mi amiga Laura.

Mario.