miércoles, 20 de noviembre de 2013

La más fría.

La guerra empezó, por aquel entonces yo era un niño aunque creía que no. Me habían vendido humo, estaba lleno de humo acompañado por aire que no es real, me sentía lleno sin estarlo. Entonces me acordaba de las colchonetas hinchables cuando quitas el tapón y se deshacen rápidamente entre las manos. No era la primera guerra pero si que creo que la más fría, en aquel pueblo de tan al norte el frío vivía en las paredes, en las esquinas y hasta debajo de las camas. Se te pegaba para doler. Un día me vi allí en frente del campo de batalla, creía que me seguía todo mi equipo, que iba detrás mía cuando los "malos" a quienes íbamos a destruir con rabia empezaron a salir de carruajes y de trampillas escondidas dónde creía que nadie habitaba. Aquel campo se empezó a llenar y a los pocos segundos me di cuenta de que no había nadie, ¿qué había sido de mi equipo? Me preguntaba a medida que se iban acercando a mi, amenazándome en círculo con el fin de que dejase mi arma en el suelo. Lo hice como era de esperar ya que era mi única opción y decidí rendirme, no por cobarde si no por falta de recursos, el círculo por el cuál estaba rodeado se hacía cada vez más pequeño y me latía más rápido el corazón con la sensación de que eran los últimos segundos que iba a latir, tenía razón. Uno de ellos destacó sobre el grupo y decidió acercarse más aún si cabía, mis piernas se bloquearon y me impidieron echar a correr que es lo que por instinto pretendía hacer sabiendo que el éxito sería completamente nulo. Por unos instantes no se que pasó que no lo recuerdo con total nitidez solo que de mis ojos salían estalagmitas congeladas acompañadas por ese humo ardiendo. Lo quise hacer con dignidad al ver que el fusil apuntaba mi cabeza, entonces me eché las manos hacia ella para quitarme el casco que dejé caer al suelo al bajar mis brazos. El pueblo empezó a arder y continuó la vida que merecía.

Mario.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Y a parte, el corazón.

El vacío sobre el vacío. Caes sobre una colchoneta que es invisible y nadie lo nota. Estás flotando sobre algo que no te pertenece, que no es tuyo y que jamás te devolverán. Han robado en el fondo de tu alma y se lo han llevado corriendo. Corre, corre y vuelve a correr que ya por el camino te vuelven a juzgar, levantate y vuelve a correr. El ladrón ha cruzado la frontera, no pienses en alcanzarlo, te lleva ventaja, rie, corre y mientras vuelves a reir sin saber por qué. ¿Dónde? En el fondo de mi alma. No se escribir, ni leer ni interpretar, solo sentir. ¿Dónde? En el fondo de mi alma. Me quedo en silencio, que también es opinión y no hace falta que te diga dónde, porque ya ha desaparecido, se lo han comido los gusanos y a parte, el corazón. Así que, corre, corre, corre. En el fondo de mi alma. ¿Dónde?. Como te rompas me voy, ahí te quedas rendido, sin mi, sin ti. ¿Dónde? En el fondo de mi alma. 
Un chasquido, dos pasos para atrás, cinco para adelante, sale el sol, choca en tu cara. Aprende a despertarte, a acostarte. ¿Dónde lo compro, dónde lo alquilan? En el fondo de mi alma.
¡Qué bonito es aprender a quererse!

Mario.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Tengo una pesadilla.

Tengo una pesadilla. Me han cortado las piernas y me han rasgado las cuerdas vocales, no puedo hablar. Menos mal que aún tengo ojos para poder llorar, pienso. Los latidos de mi corazón hacen que se me mueva el cuerpo de una manera expansiva, mi estomago se encoge y agoniza por momentos, cada vez más rápido. En mi cabeza solo tengo las imágenes de aquel verano que me dediqué a correr por la playa, no pares, vuelvo a pensar para consolarme y no hacerme sentir inmóvil. Sigo llorando. Alguien viene, oigo sus pasos y cada vez está más cerca, el corazón me va a estallar y estoy muerto de miedo. El ruido de la puerta ya está aquí y se va abriendo muy lentamente, le miro y su cara me es muy conocida, eso me das más miedo aún, no me habla, no dice ni hace nada solo se ríe, qué carcajadas tan dolorosas, me estoy rompiendo. Aire, necesito aire, si pudiese gritar ya estaría ahogado. Me empiezo a balancear, eso me tranquiliza y me hace sentirme algo más poderoso dentro de este ser diminuto. Sigue riéndose, por favor que se calle ya de una vez, voy a estallar y no quiero que esto se convierta en el último suspiro de esta vida, corta vida. En mi mente sigo corriendo por la playa, cada vez más rápido y a veces salto con tanta fuerza como si no quisiese volver a bajar. Empiezo a confundir la realidad de la ficción, tengo lagunas de mi vida y me estoy olvidando de los buenos momentos, me los están arrancando con ansia y con mucha rabia. Me acuerdo de un buen momento, este por mis narices que no se me va. Sigue riendo, yo sigo llorando. Suena mi teléfono, aunque me cuesta consigo estirarme para poder leer la pantalla, estoy atado y es ella la que está llamando, mierda. Si pudiésemos hablar estoy seguro de que me harías sentir bien hasta en estas circunstancias tu voz me tranquiliza, mis manos tiemblan. Qué manera de pisarme, de estrujarme, de aplastarme, de hacerme invisible, de autodestruirme y de vencerme. Esto debe ser una broma, igual debería ponerme a reír yo también, venga voy a intentarlo, joder se me había olvidado que no podía, me arde la garganta. Poco más puedo hacer ya. Cierro los ojos como si no viese nada. Nada, sigue su risa.
Duérmete.

Mario.