domingo, 11 de agosto de 2013

Me robaron el verano.

Me di cuenta nada más despertar, quise disimularlo e intenté taparlo pero no, me robaron el verano. Tardé pocos segundo en romper a llorarle pero las lagrimas no duraron mucho tiempo, aunque me acordaba de las veces que quise tapar su robo con otros pensamientos. Me negaba a quedarme de brazos cruzados entonces hice la mochila y salí a buscarle, llevaba solo lo necesario, un par de cambios de ropa, botellas de agua y lo más importante, un mapa gigante que me llevaba minutos doblar, era de los de todo el país con miles de carreteras e indicaciones. Cerré la puerta de mi casa dando un golpe para que se enterase todo el vecindario que lo que estaba haciendo era salir a buscar mi verano, que me lo habían robado. Salí andando con más firmeza que nunca carretera adelante, sin ni si quiera haber mirado el mapa, no me interesaba esta vez. Me pasé durante infinitos días andando sin saber dónde estaba y sin saber a dónde llegaría, lo hice rápido con miedo a que terminase el verano sin haberlo encontrado. No quería que su búsqueda consistiera solo en caminar y más caminar, por lo menos esta vez. Después de estar a punto de resignarme varias veces y darme por vencido encontré un cartel que anunciaba "Finisterre" a siete kilómetros. Empecé a correr, muy rápido, cada vez más rápido. Tres, dos, uno... y por fin había llegado. Me asomé al precipicio donde abajo estaba el mar, mire más al horizonte que nunca y se me paró el corazón. No estaba el verano, y a la vez que lo pensaba me apretaba más el corazón, no lo había encontrado y para ser el colmo también había perdido los días que llevaba buscándolo. Pero no me fui con las manos vacías, había encontrado otra cosa que no era sustituible pero lo que si era es arrebatadora. Había encontrado el invierno, entonces me dejé caer.

Mario.