jueves, 6 de febrero de 2014

Lo llaman loco.

Supongo que al final todos actuamos por instinto, sentimientos y sensaciones, no se salva nadie. Se nos llena la boca hablando de coherencia cuando nadie la consigue, y al más coherente lo llaman loco. Lo aprendí pasando todos los años que trabajé de vigilante en aquel manicomio escondido entre las montañas de los Pirineos. Descubrí que a lo que ellos llaman locura es a la desesperación y efectivamente, quien espera, desespera. Eso me estaba empezando a pasar a mí, me planteaba cuando andaba por los largos pasillos de aquel oscuro lugar. Setenta y cinco pasos eran los que separaban una pared de la otra, aunque había noches en las que lo podía recorrer con cincuenta. Eso pasaba en la vida, no existe lo exacto en la práctica y la teoría a veces se va perdiendo por el camino, se me caía de los bolsillos a cada paso de esos setenta y cinco. Fueron años llenos de silencio y de gritos, de derecha a izquierda, de adelante hacia atrás, de un lado a otro. Acabé desesperando de tanto esperar, esperando que alguien me sacara de allí. Era como ser uno más de ellos y a veces cuando no me veía nadie compartía horas de pensamientos, de anécdotas y de reflexiones, aprendí más de ellos que en cualquiera de mis clases de universidad y de conferencias de maestros de nada. Luego llegaba a casa donde a veces había más silencio que en el manicomio, allí si que estaban locos, nadie vivía y apenas respiraban, yo el primero. Me pasé meses pensando que mi casa era el manicomio y viceversa. La locura que había en esas celdas era genial, no entendí por qué la locura era mala si ninguno de ellos había matado a nadie ni robado en ninguna gran superficie de compras. Tampoco entendía por qué se empeñaban una y otra vez en llamarles locos, para mi los locos eran los que se aburrían, los que no salían de si mismos, los que se encerraban en sus casas y los que vivían con la luz apagada y a oscuras. Mi visión de la vida e incluso de mi mismo cambiaba cada vez que recorría ese pasillo, día a día, paso a paso.

Lo que llaman "loco" podemos parecerlo todos, desesperar solo podemos hacerlo algunos, los locos. Escribí en la pared desde mi celda años después.

Mario.

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