domingo, 20 de julio de 2014

A once mil pies.

En ese preciso instante de esa misma noche yo iba sobre volando en un avión tu ciudad a más de once mil pies de altura y ¿sabes qué?, me pareció verte desde allí arriba. Estabas en nuestro parque donde íbamos a besarnos y a olvidarnos del mundo, donde solo nos podían ver las ardillas que tu dabas de comer con tanto cariño y tanto amor que parecía que el corazón se te iba a estallar en mil pedazos por toda la fragilidad con la que lo hacías. Del dolor que sentí al recordarlo y al verte allí contraje mi abdomen de una manera tan brusca que dolerá siempre. Dolerá porque yo ya no estaba allí abajo, en ese parque. Dolerá porque tú decidiste que ya no había hueco para mí y yo me preguntaba si es que alguna vez lo hubo. Todo el tiempo que insistí en quererte hoy se esfumaba por encima de las nubes que chocaban contra este maldito avión que nos separaba, y poco a poco, iba desapareciendo tu imagen de mi ventanilla que tan solo quería reventar a golpes para poder tirarme y caer justo encima de ti. Para enredarnos con más amor y para que sepas que aunque me cerraste de un portazo, desde aquí arriba se te ve mucho mejor. Pasará el tiempo y yo seguiré estando en cualquier avión, tren o autobús que tenga que coger para poder querer. Y si alguna vez tú también quieres buscar ese querer, piensa que en algún hueco de mis entrañas te siento y estoy convencido de que volveremos a encontrarnos, en ese parque, con esas ardillas y con todas mis ganas apoyadas sobre tu pecho. Empecé a llorar e hice que sobre esa ciudad que no me atrevo a nombrar, cayese la tormenta de verano con más rabia que se recuerde jamás. Te tenías que ir, ya era tarde, estabas empapado y ya no quedaban ardillas ni corazones con los que te pudieses enredar esa noche. Solo pediré que al menos algún día de todos estos años que se nos vienen encima, en algún despertar te acuerdes de mi nombre, de lo que pudimos ser y de lo que no quisiste que empezásemos a ser. Ahora me voy a dormir y en cuestión de pocas horas llegaré al otro lado del mundo, el que podríamos compartir.

Mario.

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