Mario.
viernes, 10 de octubre de 2014
A espaldas del mundo.
A espaldas del mundo la vida seguía. Yo me agachaba, me tapaba las orejas y cortaba la respiración para intentar pararlo todo. No paraba, no se abría la puerta y de aquella habitación tampoco salía nadie. Quizás en mis días no existía la tecla del pause porque todo pasaba muy rápido, tan rápido que a veces dolía. Todo se iba, algunas cosas volvían pero otras muchas lo hacían en silencio y de puntillas, sin hacer ruido para que no me diera cuenta de que se estaban dando a la fuga. Y yo, que de enterarme siempre lo hacía veía como piezas ya no estaban, disimulaba, miraba para otro lado y a veces reía para que el ruido fuese más grande que el de mi corazón hueco. Hueco y con brecha, que no brocheta, aunque quizás sí que sea brocheta y se lo hayan comido.
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