jueves, 18 de abril de 2013

Qué sabe nadie.

El jóven aspirante a cirujano hablaba con su amigo por teléfono aquella noche oscura y lluviosa de Marzo cuando de repente se abrió el techo. Lógicamente colgó el teléfono y se quedó mirando fíjamente aquello que estaba pasando, boquiabierto. Segundos más tarde el teléfono sonaba, era su amigo quien esta vez no conseguía respuesta. Del techo salió un genio, pero no como el azul de las películas, era amarillo, muy agrio, a la vez que contaba una leyenda que cambiaría la vida del aspirante a cirujano. Solo la mayor felicidad le llevaría a la muerte. El genio desapareció en un instante mientras el jóven entró en un debate que tendría un final: ¿Vivir enternamente o conseguir la felicidad momentánea y morir?. Lo tenía claro, el debate solo le duró un par de minutos en los que se repetía lo mismo. Se tiró durante dos días haciendo cosas que le producían felicidad, pero con el miedo de pasarse y quedarse sin hacer la última, con la que tenía claro que iba a ser la última. En aquellos días el aspirante se rebozó por el cesped en la montaña, viajó a la playa más cercana para observarla durante horas, cantó su canción favorita en la azotea de su casa entre otras cosas. Ya habían pasado dos días y aún no había muerto. Aquella noche cuando llegó a casa se vió preparado para hacer la última, la definitiva. Llamó a Nuria, de quién estaba en enamorado en silencio y quedaron al poco rato. Nuria llegó a su casa a la hora y allí estaba el aspirtante tan tirado en el sofá, le dijo que se acercará, se apoyó en su tripa mientras sentía el tacto con su cara y su corazón. A los pocos segundos ya no podía abrir los ojos, los había cerrado eternamente.

Qué sabe nadie.

Mario.

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