jueves, 18 de abril de 2013

Ser Luna.

Nadie se había dado cuenta, y eso que la casa estaba en silencio. En uno de mis viajes en avión lo había hecho, me había quedado colgado. La Luna se presentó en frente de aquella ventana de plástico y no tuve más remedio que transpasarla, te juro que yo no quería pero me vi obligado. El avión siguió su rumbo y como os anunciaba yo me había quedado colgado de una de las puntas de la luna en ese mismo instante. Aún me lo pregunto, no se si dejarme llevar hasta allí fue la mejor opción que se me puso por delante. Vivo el día durmiendo, andando sonámbulo por las calles y generalmente sin sentir pero cuando llega la noche algo pincha mi estómago. Cuando llegué a la Luna estaba solo aunque desde allí arriba se veía todo de una manera que no se explicar, que me gustaría que vieseis con vuestros propios ojos. Lo primero que hice fue llamar a mi madre para contarle lo diferente que era todo allí, estaba pendiente de un pico que me hacía colgar a través de mi ropa y no me soltaba, esa sensación me gustaba, estaba tan seguro allí arriba. De vez en cuando ella me miraba y me sonría pero a veces la ostia no podía ser más grande, era como si me cogiesen de la cabeza y me agitaran, así era como se quedaba todo. Los días pasaban y yo me iba alimentando de sentimientos que hacían que acabase el día hinchado, lleno, a un solo paso de rebosar. Con el tiempo la verdad es que me acostumbre y a los pocos días tuve claro que tenía que tomar una decisión, lo hice, aunque no os lo creáis yo lo hice. Me quedé a vivir allí y en voz muy bajita se lo dije: "De mayor quiero ser Luna".

Mario.

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