sábado, 8 de junio de 2013

¿Y si dejamos de respirar?

Lo volví a decir, dormir era como morir. Y me desperté, sin apenas poder abrir los ojos ya estaba despierto, fue de un sobresalto. Martizallos en mi cabeza, golpes duros que no pensaban volver. Lo que había pasado es que costaba que el aire llegara a mis pulmones y me hice la dura pregunta temblando: ¿Y si dejamos de respirar? Fue terminar la última palabra y rompí a llorar, lo hice por todos los meses que tenía pendiente hacerlo. Sentí a la hienas reírse a mis espaldas y lo que hice fue abrir la jaula de las leonas aunque no se por qué no quisieron salir, no había nada más heroico y profundo. Rompí el cielo y aquella mañana prometió desaparecer, rompimos la promesa y empezó a llover, el verbo fingir se repetía en mi sien y mientras, la niña paseaba sin zapatos por el norte de España. Llegué a la estación de autobuses, el único requisito que pedí en taquilla era que el destino tuviese playa, el resto me daba igual. Me empezaron a llegar a la cabeza miles de imágenes de gente llegando a los aeropuertos, puertos marítimos, estaciones de trenes y hasta carreteras vacías, yo quería una historia así, sin sobresaltos. Seguía llorando pero esta vez riendo a la vez. Quise romper las ventanas y las cristaleras y me hice de plástico para poder fundirme aunque lo hice sin sentir ese ardor dentro de mi. Cuando me bajé del autobús la bofetada de olor a mar me llenó de vida y me hizo acordarme de que estaba allí, que había llegado. Allí no había nadie, así que decidí correr.


Mario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario