viernes, 28 de junio de 2013

La Ciudad.

Iba en el tren, todo estaba oscuro, apenas podía ver por la ventana y no distinguía cuál era el paisaje que tenía en frente, en mi propia cara. Al llegar a la estación saqué mi maleta con tanto silencio que parecía que la noche se iba a romper, y con ese mismo silencio abandoné el tren después de atravesar tres andenes, no era casualidad. La maleta me llevaba y estaba empezando a hacerse de día cuando subí las escaleras de la estación, sinceramente, no se en qué ciudad estaba, pero lo que tenía claro es que era La Ciudad.

Cuando ya por fin tenía los dos pies pegados sobre el asfalto vi que todo era tan armonioso que tuve que  alzar la cabeza y mirar bien arriba. Me di la bienvenida.

Mario.

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