lunes, 7 de abril de 2014

Cuentos para niños.


Me fui a vivir a París, exactamente en el bonito barrio de Monmartre para encontrar lo que llevaba tiempo buscando sin saber qué era ni dónde iba a encontrarlo. No era la primera ciudad en la que probaba suerte desde el día en el que hice la maleta en diez minutos volcando todo lo que había en mi armario para salir por la puerta segundos después. El perro me miraba, parecía que era el único que sabía en busca de lo que iba.

Cuando me bajé del autobús que me llevaba desde el aeropuerto hasta Monmartre el aire me dio una bofetada, pero de esas que gustan, de las que transmiten que esta vez si. El mundo parecía que se había alineado, tenía el piso más luminoso del barrio y que por suerte podría pagar durantes varios largos meses con el dinero que me habían dado esos cuentos para niños que desde hace un par de años se venden como churros en las librerías. Me hace mucha gracia porque los llaman "cuentos para niños" y de lo que no se dan cuenta es de que son más para adultos que para niños.


Cuatro meses después me encontraba en el famoso café "Les deux moulins" que salía en aquella película que me congeló el corazón por momentos y que aún me costaba volver a ver, me desbordaba y deshacía en litros de agua como lo hace la actriz principal en una escena dentro del mismo sitio precisamente. Yo te esperaba con un café con leche natural y un croissant encima de la mesa. De fondo sonaba Zaz y a mi se me puso esa sonrisa tonta que me salía al pensarte. Esa sonrisa tonta que tu llevabas meses sin ver y que por fin, minutos después ibas a comprobar que seguía estando ahí cuando entrases por la puerta.

Y así fue, entraste por la puerta, yo ya me había acabado el café de los nervios y te sentaste en frente de mi sin pronunciar palabra durante más de un minuto. El minuto más saliencioso, sonoro y excitante de mi vida. El silencio se rompió cuando Amelie hizo que me despistara sonriéndome por la ventana y rompí a llorar, de felicidad y de las ganas de cumplir todos tus sueños. Por fin estabas allí, estábamos allí, París, tú y yo. Solo nosotros.

Mario.

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