miércoles, 23 de abril de 2014

Un Sant Jordi sin Jordi.


La Oreja de Van Gogh me dijo una vez que "esperaba con la carita empapada que llegaras con rosas, con mil rosas para mi". Supongo que las de La Oreja y las mías eran todas las que se veían por la calle un 23 de Abril en Barcelona, supongo que a los dos nos las habían arrancado de nuestro jardín donde llevábamos tiempo cuidándolas y dándolas todo el cariño que nos salía solo de dentro. Mientras, la calle se llenaba de cientos de personajes de novelas y yo que reinventé a Alicia (la del país de las maravillas) hace tiempo, la saqué a pasear conmigo aquella tarde en la que sol daba de frente y calentaba a la vez que enfriaba el corazón. Alicia se quedó muda, su cuerpo y el mío caminaban unidos por nuestras manos en las que entrelazábamos los dedos, agarrados como los candados de los puentes de Múnich. Pasamos a penas dos horas caminando con el olor de las rosas que ya impregnaba nuestra ropa, me acordé de Mecano y de la puta rosa con la que se clavó una espina y llevaba los ojos rojos color sangre por el polén que ya me pasaba factura por primera vez en mi vida. Ella tan guapa, tan rubia, con el pelo tan liso y con los ojos tremendamente azules pero tan hueca y seca por dentro, tan abandonada y tan huérfana. Miraba a los lados asustada por la gente que incoscientemente le daba golpes al pasar a su lado, yo la miraba y la intentaba decir con los ojos que todo estaba bien, que "todo era normal" pero ocultando el final de la frase: "hasta que dejara de serlo". Lo oculté porque no sabía cuándo iba a dejar de serlo, cuándo el cielo se nos iba a caer encima ni cuándo tendriamos que abandonar por patas el tren que nos esperaba de vuelta y que seguramente sería mejor perder. De Mecano volví a La Oreja y me acorde de que en la misma canción decía que "ahí me quedé, en una mano el corazón y en la otra excusas que ni tú entendías". Dejé de pensar y me dispuse a seguir caminando con la mente en blanco, los ojos al rojo vivo y el azul vestido de Alicia a mi lado.

Y así es como se vive un Sant Jordi sin Jordi.


Mario.

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