martes, 2 de julio de 2013

Su vestidito de niña azul.

La vi de lejos llegar, era Alicia. Había abandonado el País de Maravillas para venir al de la rutina, quería pasar un año entre nosotros, saber cómo nos comportábamos y observar hasta el último gesto que hacíamos antes de ir a dormir, me daba la sensación de que ella se sentía un poco extraterrestre. Llegaba con la maleta a cuestas y con su vestidito de niña azul, llevaba varios meses preparando este viaje, la dije que subiera a casa, miró hacia arriba y sacó del bolsillo un papel en el que se aseguraba de todo lo que había organizado, estaba en la dirección que la habían mandado, en la puerta se encontró al dueño de la perrera con el pastor alemán que le habían adjudicado, yo era él, el chico que la agencia matrimonial le había buscado para afincarse en Madrid. No nos conocíamos de nada. Al subir a casa la di un abrazo de desconocidos con mucho ímpetu y la dejé descansar y deshacer la maleta en nuestra habitación, yo me fui al salón para que estuviese sola y asimilara que ya no iba a ser Alicia y que este no era su País de las Maravillas. Para que todo la pareciese un poco familiar al perro le puse la careta del gato de su País y yo iba corriendo a todos lados con un reloj entre las manos. 

Pasaron los meses y nos destrozamos sin hablarnos, ella no soltaba palabra a pesar de que yo fingía a la perfección que éramos una pareja con mucho amor. Llevaba tiempo notando que la vida la dolía, y la pillé varias veces viendo su película llorando en la habitación de invitados, no la dije nada, cerré la puerta y ella jamás supo que la vi allí. El día de su vuelta no fue un día normal, ella no quiso que fuese normal cuando llegamos al aeropuerto fingiendo hasta el último momento, la dejé en la puerta de embarque y al entrar se dio la vuelta y vino corriendo hacia mi. Se me acercó al oído y me dijo: "Tú eres mi maravilla". A mi se me paró el corazón.

Mario.

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