A la mañana siguiente se lo encontró tan diminuto tirado en el sofá, lleno de inseguridades y nostalgia, había pasado toda la noche tocando el viejo piano que se encontraba en la esquina del salón, su gran pista de baile. Lo sabía porque al entrar por la puerta y verle allí, mi cabeza se llenó de imágenes de cosas que había estado haciendo esa misma noche, porque no solo había tocado el piano. Sin ser consciente del todo revolvió entre los álbumes de fotografías antiguas y sonreía al verse tan joven, con la cara tan iluminada, dio vueltas por toda la casa recordando momentos que había vivido allí, pero hay algo que me llamó la atención con bastante diferencia y era la forma en la que se derrumbó frente al piano tocando aquella melodía. Me preguntaba el por qué, era tan feliz aparentemente, no tenía ningún motivo visible por el que sentirse así, tan roto que fue incapaz de recomponerse. Enseguida me puse a pensar e intenté sacar mis propias conclusiones mirando las antiguas fotografías. ¿Qué era lo que me quería decir esa cara tan dulce? Repasé varias etapas de su vida buscando entre aquellas páginas y no puedo negar que en numerosas ocasiones esbocé varias sonrisas al verle allí tan bien plasmado. Después fui hacia su habitación y aunque se que no debía revolví entre sus cosas, sus discos, sus libros, su ropa, sus perfumes y acabé en su ventana porque a veces no nos damos cuenta y no somos conscientes de ello pero a mi siempre me dijeron que somos lo que nos rodea, y cuesta mucho tiempo convertirte en lo que te rodea, pero cuando lo consigues lo haces con firmeza. Tenía, una teoría, era absurda pero me encantaba pensar en ella, y es que si se mezclase en una caja, tu libro favorito, tu película favorita, tu disco favorito y tu perfume favorito y se agitase bien fuerte saldrías tú. Era divertido. Me encantaba pensar en cuáles serían los favoritos de los demás y a veces acababa tronchado de risa pensándolo sobre mi cama. Entonces me puse a pensar en cuáles eran los favoritos del que se encontraba tirado en el sofá de mi casa, en realidad no tardé mucho en saberlo o al menos creer que lo sabía y fui corriendo al salón, había adivinado por qué se derrumbó aquella noche frente al piano pero esta vez era tarde. Se quedó muerto esperando. Una vez más.
Mario.
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