miércoles, 31 de julio de 2013

Su gran pista de baile.

A la mañana siguiente se lo encontró tan diminuto tirado en el sofá, lleno de inseguridades y nostalgia, había pasado toda la noche tocando el viejo piano que se encontraba en la esquina del salón, su gran pista de baile. Lo sabía porque al entrar por la puerta y verle allí, mi cabeza se llenó de imágenes de cosas que había estado haciendo esa misma noche, porque no solo había tocado el piano. Sin ser consciente del todo revolvió entre los álbumes de fotografías antiguas y sonreía al verse tan joven, con la cara tan iluminada, dio vueltas por toda la casa recordando momentos que había vivido allí, pero hay algo que me llamó la atención con bastante diferencia y era la forma en la que se derrumbó frente al piano tocando aquella melodía. Me preguntaba el por qué, era tan feliz aparentemente, no tenía ningún motivo visible por el que sentirse así, tan roto que fue incapaz de recomponerse. Enseguida me puse a pensar e intenté sacar mis propias conclusiones mirando las antiguas fotografías. ¿Qué era lo que me quería decir esa cara tan dulce? Repasé varias etapas de su vida buscando entre aquellas páginas y no puedo negar que en numerosas ocasiones esbocé varias sonrisas al verle allí tan bien plasmado. Después fui hacia su habitación y aunque se que no debía revolví entre sus cosas, sus discos, sus libros, su ropa, sus perfumes y acabé en su ventana porque a veces no nos damos cuenta y no somos conscientes de ello pero a mi siempre me dijeron que somos lo que nos rodea, y cuesta mucho tiempo convertirte en lo que te rodea, pero cuando lo consigues lo haces con firmeza. Tenía, una teoría, era absurda pero me encantaba pensar en ella, y es que si se mezclase en una caja, tu libro favorito, tu película favorita, tu disco favorito y tu perfume favorito y se agitase bien fuerte saldrías tú. Era divertido. Me encantaba pensar en cuáles serían los favoritos de los demás y a veces acababa tronchado de risa pensándolo sobre mi cama. Entonces me puse a pensar en cuáles eran los favoritos del que se encontraba tirado en el sofá de mi casa, en realidad no tardé mucho en saberlo o al menos creer que lo sabía y fui corriendo al salón, había adivinado por qué se derrumbó aquella noche frente al piano pero esta vez era tarde. Se quedó muerto esperando. Una vez más.

Mario.

lunes, 22 de julio de 2013

Camina Lobo, camina.

Esta vez no era humano, era animal, para ser más concreto era un Lobo. Tenía el instinto dentro de mi y la mirada que asesina a la vista kilómetros atrás. Era un lobo en éxtasis, llevaba toda la noche soñando con batallas que no terminaban y en las que tocaba coger las riendas. En frente estaba el bosque y al final la guerra, tan fría como este invierno. Tuve que hacerlo, me vi obligado a pertenecer a esa batalla, entonces me introduje en el bosque. Estaba acobardado y lo hice de una manera muy sigilosa, mi forma de caminar daba de todo menos respeto pero seguí andando, a medida que avanzaba iba sufriendo una transformación demasiado peculiar, a veces lenta y a veces demasiado rápida. Conseguí ganarme a todos los animalillos que se me acercaban de la manera más natural y espontánea que me podía salir de las entrañas y eso que no era nada fácil. Y aunque lo resuma rápido tendréis que saber que el sendero por el que iba fue bastante duradero y a veces se me hizo eterno. Al rato noté como entraba en mi un oxigeno audaz, como los lobos, que hacía que me sintiera mejor y me dejé llevar. Pisé más fuerte que nunca apoyando la garra con todas sus almohadillas y uñas en el suelo, una tras otra, hasta crear el movimiento de las cuatro a la vez, el rabo iba dando fuertes coletazos de un lado a otro y ya quedaba poco para ver el fin. Solo me faltaba subir la cabeza y estiré el cuello, dejando claro que mi cabeza estaba por encima del cuerpo. Cuando me quise dar cuenta todo funcionaba al unísono y todo el ambiente que se había creado parecía estar en armonía, todos estaban de acuerdo, y ahora si, al que no estuviese de acuerdo me lo cargaba. Salí del bosque, había llegado al final y lo tenía más en frente que nunca. Ya no era cuestión de que me salieran las cuentas, era pura cuestión de orgullo y toneladas de satisfacción. Esta batalla era personal y la iba a ganar yo. Lo que hice fue mirarla a un centímetro de mis ojos y la desafié fuertemente con la mirada. "Inténtalo si te atreves" dije susurrando. 

Camina Lobo, camina.

Mario.

lunes, 15 de julio de 2013

Skyfall.

Por la intensidad de sus notas pensé que el mundo se iba a acabar en el último segundo de la canción. Todo coincidía, mientras se cerraba la puerta del ascensor justo en ese momento la canción decía "This is the end", al darme cuenta de lo que suponía cerré los ojos y el piano siguió sonando. Sentí como en ese instante mi corazón empezó a latir más y más rápido y mis pasos cada vez eran más firmes y a la vez extremadamente tenebrosos. En la canción el cielo se iba destruyendo y en mi cabeza también estaba pasando lo mismo, era la primera vez en toda mi vida que sentía aquello, tenía miedo. Mentiría si dijese que era normal lo que estaba pasando, era como si yo estuviese componiendo aquella canción que estaba sonando a la vez que la iba sintiendo y escuchaba por primera vez en mi vida. Era inexplicable. Los músculos de la cara se me paralizaron por completo y pensé en darme la vuelta y echar a correr hacia casa pero no podía, el cuerpo no me respondía. No sabía a dónde iba pero andaba más rápido que nunca. Cada vez que pronunciaba el verbo "Let" sentía como si me disparasen en la sien. A pesar de todo yo seguí caminando calle arriba cuando un coche se paró en frente mía, no reconocía a su conductor pero entré dentro de él, sabía que me estaba esperando. Me monté en silencio y no cruzamos ni una sola palabra, quedaba un minuto de canción. Le miré de reojo y bajé la ventanilla, durante diez segundos me costó respirar por todo el aire que entraba y golpeaba en mi cara. De repente sentí como me iba apagando y me iban desapareciendo partes del cuerpo, poco a poco me iba a haciendo invisible y sentí aquella manera tan peculiar de adormecerme. Qué placer. Por último se me cerraron los ojos y dejé de existir, la canción había terminado.

Dormir era como morir.

Mario.

martes, 2 de julio de 2013

Su vestidito de niña azul.

La vi de lejos llegar, era Alicia. Había abandonado el País de Maravillas para venir al de la rutina, quería pasar un año entre nosotros, saber cómo nos comportábamos y observar hasta el último gesto que hacíamos antes de ir a dormir, me daba la sensación de que ella se sentía un poco extraterrestre. Llegaba con la maleta a cuestas y con su vestidito de niña azul, llevaba varios meses preparando este viaje, la dije que subiera a casa, miró hacia arriba y sacó del bolsillo un papel en el que se aseguraba de todo lo que había organizado, estaba en la dirección que la habían mandado, en la puerta se encontró al dueño de la perrera con el pastor alemán que le habían adjudicado, yo era él, el chico que la agencia matrimonial le había buscado para afincarse en Madrid. No nos conocíamos de nada. Al subir a casa la di un abrazo de desconocidos con mucho ímpetu y la dejé descansar y deshacer la maleta en nuestra habitación, yo me fui al salón para que estuviese sola y asimilara que ya no iba a ser Alicia y que este no era su País de las Maravillas. Para que todo la pareciese un poco familiar al perro le puse la careta del gato de su País y yo iba corriendo a todos lados con un reloj entre las manos. 

Pasaron los meses y nos destrozamos sin hablarnos, ella no soltaba palabra a pesar de que yo fingía a la perfección que éramos una pareja con mucho amor. Llevaba tiempo notando que la vida la dolía, y la pillé varias veces viendo su película llorando en la habitación de invitados, no la dije nada, cerré la puerta y ella jamás supo que la vi allí. El día de su vuelta no fue un día normal, ella no quiso que fuese normal cuando llegamos al aeropuerto fingiendo hasta el último momento, la dejé en la puerta de embarque y al entrar se dio la vuelta y vino corriendo hacia mi. Se me acercó al oído y me dijo: "Tú eres mi maravilla". A mi se me paró el corazón.

Mario.