domingo, 2 de septiembre de 2012

El entierro del Sol.

Cuando el entierro del Sol llegue, ya nos abremos marchado. Nos habremos abandonado y nuestros pies estarán sangrando. Estaremos agotados, tirados sobre nuestros pensamientos, arrastrados por el asfalto que al ir descalzos es quien no ha quemado. Solo sóplame, abre los ojos y dime que ya está, que ha acabado la guerra y que no hemos terminado siendo un cuadro del pasado. Ya ha anochecido y mañana saldrá la luna por primera vez en cien años. Envuélveme, déjame dormir en tu espalda una noche solo, solo la última noche. Después te dejaré marchar, te dejaré hasta que no digas adiós, ya me despido yo por tí, ya me encargaré yo de quedarme en mis sueños, de arroparme, de hacer un hogar allí. Y si vuelves sabes que ese hogar es el tuyo, mi pequeño y humilde salón será tu pista de baile y al dormir me convertiré en tu colchón. Cerraré la habitación esta vez con llave, para que no entre ni un solo ápice más y que al morir siga siendo el lugar del que salimos los dos por primera vez, apretándonos las manos y sabiendo que todo se quedó allí, intacto.

Mario.

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